Vidrios...I Parte

Dicen que las historias solo existen cuando pueden ser leídas, y es precisamente lo que ahora se hace realidad al estar usted frente a esta pantalla: La real historia de seis personajes perdidos en busca de relax, la historia de un viaje con destino y sin llegada, con llanto y dolor; la historia de risas y atún con galletas, de color a montañas sin hierba, de pies mojados entre trancones y vidrios voladores, la historia con olor a sala de espera, a sabor dulce de humitas y bolones y a sal de lágrima. Colores, llantos y sabores se encontraron en nuestra búsqueda de descanso, de atardeceres de postal, de arena, brisa y mar. Colores, llantos y sabores aguardaban tirados en la vía asfaltada y sin señales. De colores, llantos y sabores están llenas éstas líneas, las mismas que juntas lo llevarán por un viaje al sur, un viaje a través de la panamericana, lo llevarán a través de un viaje de...

HUMITAS Y VIDRIOS VOLADORES

Con agridulce sabor a sur.

(Un sueñito a la entrada del hospital después de una larga y trágica noche)

La noche transcurría en tranquilidad y afuera el frío se hacía notable. La neblina a cesado. El bus abordado a las cinco de la tarde en Tulcán, se movía lento y paraba cada vez que alguien lo señalaba en carretera -“Hey Wallace, pille pues, galletas con atún, hágale que hay mucho todavía”- Me decía Jorge sentado dos sillas más atrás, en la última para ser más preciso. A su lado, un par de costeños de Guayaquil se dirigían hacia Quito, al igual que nosotros y otras 30 o más personas que viajaban en aquel Expreso Tulcán color rojo. John a mi lado y Mario y Diana al frente a la derecha de nosotros; James dormía en el asiento detrás de ellos. La noche con su curso y nosotros a una hora del terminal de Quito. De ahí nos esperaban otras nueve horas rumbo a Guayaquil. Ya han pasado más de 27 horas de viaje desde nuestra partida de Pereira y el camino se hace aún largo. Nuestros cuerpos cada vez más pedían pronta llegada.

Lunes 5 de Enero. 9:30 pm. La tranquilidad ha sido interrumpida por un fuerte golpe que nos sacude y nos saca de nuestras sillas. El ruido es estrepitoso y los vidrios voladores que pasan por nuestras cabezas amenazan como peligrosos proyectiles. Los gritos no se hacen esperar. El bus se detiene y la luz desaparece. Son solo segundos de pánico en total oscuridad. A mi izquierda, a través de la ventada de emergencia ya rota, y en medio de la penumbra, veo pasar lentamente un gran bus y como si se tratase de un pequeño juguete de niño, se dirige hacia el borde de la carretera sin fondo, lentamente veo como se desplaza en línea recta y se desmorona hacia el precipicio. Cae a un profundo hueco. Se desaparece en medio de la noche. La parte de atrás del bus en que viajamos, estático sobre la carretera, a desaparecido también. Los pasajeros de la última silla, no están. Con la poca luz de nuestros celulares, y buscando entre el pánico, los gritos y desespero de la gente que pronto evacuaba, Jorge yacía en medio de su silla y la de adelante. Sangraba. Estaba aprisionado, no salía, no se movía, no respiraba. Brotaron gritos y un fuerte color negro cubrió la escena…

“Parcero, o es que acaso esa foto no anima a viajar? ... Tomada de: http://www.montanita.com/

-“Color negro? Huy no, es lo que menos se debe llevar por allá. Vamos es pá la playa y allá el calor es refuerte. Más bien búsquese ropa blanquita, como camisetas de esqueleto y mochos o pantalones cortos. En la playa calienta muchísimo"-. Transcurría apenas junio del 2008 y yo le seguía diciendo al “Choncho” (mi amigo Carlos Mario)... -“…o es que acaso esa foto no anima a viajar? Anímese, no es sino que le ponga energía y en enero arrancamos. Yo he averiguado con gente por ahí y sale rebarato. Póngale ganas y seguro que la money se consigue! Motívese y arrancamos de una. Vamos con Diana, su novia.! Vea, pongámosle fecha de una vez, que tal el… cuatro?”-

Pues la verdad es esa, sale más barato viajar casi hasta la frontera con Perú que ir desde Pereira a Cartagena o Barranquilla. Además, aparte de barato, las playas y el voz a voz que se ha creado a cerca de lo maravilloso que es ese sitio, nos motivó a ir a conquistarlo, las playas de MONTAÑITA, a 3 horas de Guayaquil en el Ecuador.

Ya con el Choncho había conocido la Sierra Nevada del Cocuy y varios camping cercanos, y era el viajero elegido para esta aventura, además sus pupilas ni su piel han tenido nunca la sensación del azul del mar ni la sal cubriendo su cuerpo; eso le ponía mas ansiedad y deseo de llegada al día de la partida. Diana, su novia, era igual nuestra compañera de viaje. La emigración estaba lista y la fecha esperaba por nosotros. El cuatro era la salida y ya solo quedaba conseguir el dinero.. -“por ahí con unos 400 mil vamos y volvemos…. Unos 10 días mas o menos de playita”-.

Jorge Iván, primo del Choncho, a viajado al Ecuador varias veces y se ha unido a nosotros. No he salido nunca con él, y para un viaje tan largo, ojala sea buen viajero. Hablamos más bien poco, al igual que Mario, su primo. Ventaja: Jorge sabe como hacer el papeleo legal en la frontera, al igual que sabe donde cambiar pesos a dólares, nuestro gran temor (billetes falsos). No es bueno hacer un viaje largo con mucha gente.

Un par de días antes a nuestra salida, llega James, hermano de Jorge y Jhon Eduar listos para viajar también. Nos toman de improvisto. No hay nada que hacer, sus maletines listos solo nos dan una opción: arrancar todos seis.

Enero 4, 1:30 pm. Listos para salir. De izquierda a derecha: yo, James, Jorge, John, Diana y Mario

La ruta barata: Buseta pública desde Pereira hasta Cartago. Cartago - Cali. Cali –Ipiales. El ahorro ($) es grande…. -“Directo, directo a Cali, directo a Cali”- gritaba aquel personaje (en Cartago) de ojos grandes, piel oscura y con ganas de embarcarnos como fuera, en algún bus hacia Cali. -“A los seis los llevo en 17 mil cada uno, digan haber que ya viene un bus grande y muy bueno”- Nuestra oferta llegó a 13 mil cada uno. -“13 mil? Están locos”- Se alejó, pensó, volvió y… -“Listo, súbanse pues”-. (eso es lo que llamamos: “tocar las puertas”, no?) El bus si era grande, pero de bueno no tenía nada. Entre más rodaba el bus, las sillas se hacían más duras y las ventanas no bajaban. El calor sofocaba. El nombre de la empresa: TransUnidos. Así viajamos, pegados. –“Directo? De directo no tiene nada!”- paraba cada media hora. Un recorrido Pereira Cali se hace en tres horas mas o menos, este desde Cartago se demoró cinco. Al reclamarle al personaje aquel que nos embarcó en este crucero, nos dijo cínicamente: -“Yo voy directo, DIRECTO AL MONTÓN! Donde me pongan la mano, ahí paro.”- que descaro pero que risa, no?. Ese es el precio que pagamos por 13 mil pesitos. Nos relajamos y disfrutamos mejor de este NO placentero recorrido.

..nos relajamos y disfrutamos mejor de este NO placentero recorrido…. Yo viajo directo.!

Quiere viajar Directo Cartago – Cali? Súbase a un TransUnidos: Su slogan: Viajamos directo, directo al montón….!

Después de un largo viaje toda la noche desde Cali, el frío de la madrugada irrumpe en la pequeña buseta verdolaga. Por solo 33 mil pesos estamos en Pasto. Solo un par de paradas: una militar para hacer caravana de buses: “están robando buses en la vía, hay que escoltarlos un gran trayecto”… y otra en Remolinos, Nariño; un cafecito en una tienda y arranque mijo, que vamos es pá Montañita. (4:00 am).

Terminal de Pasto. 6:30 am. La verdolaga que nos trajo desde Cali. Al fondo, el imponente Galeras.

En la ruta Pasto - Ipiales

Ipiales. El ambiente cálido de su gente se mezcla con el frío que hace. Nos recibe un aire de Carnaval. Desayuno en cafetería paisa y salida a la calle. Cariocas y crema negra estampan nuestros rostros. Se vive la verdadera hermandad, aunque como dicen: -“aún no ha empezado el desfile, en un par de horas arranca”-. Tenemos el tiempo justo, hay que seguir. (las cariocas son unos “sprays” que tiran espuma).

Plaza central de Ipiales, al fondo su Alcaldía se viste de fiesta.

Terminal de Ipiales.

El medio día nos sorprende en el puente Rumichaca, ese que tanto veo por televisión ahora está ante mis ojos. Bienvenidos a Ecuador. Orden de salida en el DAS aún en territorio colombiano y entrega de pasado judicial y cédula en migración, Ecuador y listo.

Las fronteras solo se trazaron con un objetivo: Cruzarlas.

Por primera vez salía del país. Las fronteras solo se trazaron con un objetivo: Cruzarlas, y ahora lo hago. Me acabo de internacionalizar. De colombianos pasamos a ser extranjeros. Unas 3 horas por la cantidad de gente cruzando hacia ambos países y tenemos permiso para 90 días de turismo en Ecuador. Los cambiadores de moneda caen en manada. Quién da más? Quién da más?. -“El dólar lo pagan un poquito más caro en Tulcán, vamos mejor hasta allá que podemos ganar algo”- Dice Jorge, bueno, al fin y al cabo el ha estado por acá.

Tulcán, su punto obligado de visita y mencionado por todos, su mítico cementerio. El aroma a ciprés recién cortado acompaña a la brisa de quietud y paz que se siente al interior del camposanto. Sus imponentes figuras, creadas en los años 30 por el maestro José María Franco, así lo demuestran. Hoy sus hijos, Ricardo y Miguel, han seguido la tradición.

Cementerio Tulcán.

Cementerio Tulcán.

Es una mezcla entre la vida y la muerte. Las tumbas frías contrastan con la calidez del verde que florece día a día.

Cementerio Tulcán.

Cementerio Tulcán.

Expreso Tulcán, nombre de la empresa que nos conducía rumbo a Quito. De 5 dólares, nos llevaron en 3,5; tocamos las puertas, lo recuerda?. La noche transcurría en tranquilidad y afuera el frío se hacía notable. La neblina a cesado. El bus abordado a las cinco de la tarde, se movía lento y paraba cada vez que alguien lo señalaba en carretera -“Hey Wallace, pille pues, galletas con atún, hágale que hay mucho todavía”- Me decía Jorge sentado dos sillas más atrás, en la última para ser más preciso. La tranquilidad ha sido interrumpida por un fuerte golpe que nos sacude y nos saca de nuestras sillas…

La noche fue eterna. John y yo, hemos trasladado a Jorge al hospital más cercano. Su estado no es el mejor. Una camioneta con un par de ecuatorianos nos llevan, tocó a las malas. El traslado de hora y media parece de cuatro. Los hospitales no aparecen, Jorge empeora y vamos como a 30 por hora. -“No puedo ir más rápido, vengo cargado”- decía aquel personaje callado y asustado; a su acento, le intermedia una “CH”, se leería algo como “no puedo ir más CHrápido”. Las ambulancias pasan por nuestro lado 40 minutos mas tarde y después de hacerle luces y pito no paran. Sé que hay muchos más heridos en el bus que se desapareció del camino. El golpe del choque en “nuestro” bus, solo Jorge lo recibió. No hay más heridos. Todos salieron corriendo. Nadie auxilió.

En el sitio quedó James, Diana y Mario tratando de sacar de entre latas retorcidas nuestros maletines. -“Nos vemos en el hospital”- les dije, en cual? Donde? Estamos perdidos. No tenemos celulares ni funcionarían acá, no conocemos a nadie ni sabemos donde estamos… -"cómo nos van a encontrar? Estamos perdidos"-, le dije a John. De repente, ante nuestros ojos, Quito. Acaso hemos llegado a Bogotá? Son iguales estas dos grandes urbes.

...del cementerio de Tulcán al hospital Pablo Arturo Suárez, en Quito.

El sol de la mañana nos ilumina el sitio encontrado entre la penumbra de la noche con neblina. El Hospital Pablo Arturo Suárez, al norte de Quito será nuestro hogar por cuatro días. James, Mario y Diana llegaron como a las 3 am. No es fácil encontrar un lugar en un país desconocido. Han estabilizado a Jorge. Apenas amanece y ya hemos estado en 3 sitios con él. Del Pablo Arturo lo llevamos en una ambulancia a hacerle una tomografía de la cabeza a una unidad de rayos X. Nuevamente al Pablo Arturo donde lo valora un médico de turno y recomienda cirugía urgente. Nos trasladan al hospital Eugenio Espejo donde la valoración es otra: -“No es de cirugía, devuélvalo al Pablo Arturo que allá lo tratan. Además, acá no hay espacio para él”- dice la doctora de emergencias. Llegan los demás en taxi con todos los maletines. Hay que devolvernos. De nuevo al Pablo Arturo. (Nuestro equipaje contiene un 100% de ropa playera, y nos tocó quedarnos en Quito; noches de 8 grados centígrados).

Cuarto Crítico, Hospital Pablo Arturo Suárez, donde Jorge pasaría sus primeros 4 días en Quito.

Como lo tituló el diario ÚLTIMAS NOTICIAS, de Quito: AL TERCER DÍA RESUCITARON. Doña Miryan y su familia tiene ganado el cielo. Cualquier persona no les brinda su casa a un grupo de personas tiradas en una sala de emergencias de un hospital. Cualquier ecuatoriano no le extiende la mano a cinco colombianos. Un baño después de casi 4 días supo a gloria. El olor que teníamos era notable entre los extraños. (ya nosotros estábamos inmunes) además, aún en nuestras caras quedaban rastros de harina y pintura negra del “carnaval que vivimos” en Ipiales.

Un mil gracias a los 5 integrantes de la familia Villarreal. A pesar del frío de Quito, ese calor de hogar que sentimos será agradecido eternamente.

…-“se nos está yendo”- me decía la doctora aún estando dentro de la ambulancia en la entrada de emergencias del hospital Eugenio espejo. (había que trasladarlo de un hospital nivel 3 a uno nivel 1. Jorge debía estar en una sala de cuidados intensivos y el Pablo Arturo no tenía) Transcurría el viernes 10 de enero y el reloj marca las seis de la tarde. Así se esté dentro de una ambulancia, no es fácil atravesar la cuidad; los trancones son grandes y tediosos. Mientras yo apretaba lentamente la bolsa que impulsaba oxigeno a sus pulmones, (con intervalos de 8 segundos) la doctora inyectaba más sedante en las venas de Jorge. Diana y una aprendiz, habían bajado a hacer los papeles de entrada al hospital. Jorge solo quería estar bien, lo notaba porque aún en estado de coma, se negaba a partir de este mundo. -“Se está despertando y se ahoga si lo hace”- decía la doctora… A Diana la demoran mucho y Jorge cada vez peor. La decisión de la doctora fue en el momento justo: -“Entrémonos con él así a las malas, se nos está yendo y hay que conectarlo pronto al respirador”- Con la ayuda del chofer de la ambulancia, irrumpimos en la sala de emergencias y corriendo con la camilla llegamos a la sala de cuidados intensivos. Fue el tiempo justo. Lo estabilizaron. Ya había una cama libre esperándolo. No fue fácil conseguir un cupo en este hospital. Gracias a la gestión de doña Gladys de Medina, perteneciente a la asociación Damas Colombianas, y quién fué por mucho tiempo voluntaria en este hospital, nos ayudó con una cama libre para Jorge.

El Eugenio Espejo. Con su pintura en degradado.

Las noches en la sala de espera eran largas pero no tan frías. Nuestro cuarto de dormir era dentro del hospital y no en la calle, como casi lo era en el Pablo Arturo Suárez.

Sala de Terapia Intensiva del hospital Eugenio Espejo. Todos en un pequeño sueñito.

Nos turnábamos las amanecidas en el hospital, ya que en medio de la noche, si el médico lo requería había que ir a comprarle medicina a Jorge. La salida a comprar medicina a una droguería cerca de este hospital es demasiado peligrosa en horas de la noche. Los ladrones atacan como hienas en grupos de seis o más personas. Mientras unos pasaban en vela, los otros iban hasta la casa de doña Miryan, 1 hora en bus, a tratar de dormir un poco.

Así registré en mi viejo diario de viajes, la noche del sábado 10 de enero:

Huele horrible. Noche en la sala de espera de Terapia Intensiva. Nuevamente otra noche fría y esta vez será larga, solo el sol del amanecer le pondrá fin. Son apenas las nueve de la noche y esto apenas empieza. Todos duermen en el suelo. Algunos con colchones grandes, otros solo con cartones, como nuestros vecinos de cuarto. Será muy difícil dormir. Son ocho personas para un mismo paciente los que duermen cerca de nosotros. El olor que sale de sus pies, de sus 16 pies, ya sin zapatos, penetra hasta mis pulmones al igual que mis compañeros de noche: Diana y Mario. Jorge sigue igual, sedado. La hinchazón de sus brazos no puede mas. Dicen que es normal. No se imagina la cantidad de mililitros de medicina que entran cada segundo en sus venas. Lo penetran más de seis mangueras. Hoy, una nueva bolsa lo acompaña, y esta vez es sangre. Su baja producción de glóbulos rojos lo ha requerido. Sigue el respirador artificial trabajando por él. Nuestra otra vecina, acaba de prender una vela, disque para tratar de espantar un poco el olor, ella al igual que su suegra, no pueden dormir tampoco. Al fondo un teléfono que retumba toda la sala, un león que parece tragarnos a todos, (son solo los ronquidos de un señor) y una viejita que repite varias veces: -“Esa pezuña endiablada no va a dejar dormir a nadie. Esos zapatos hay que quemarlos”- Casi no amanece, hoy, aún culpo a la pezuña endemoniada.

Alguna parte Quito. Tomada desde la habitación 502, Quinto piso hospital Eugenio Espejo. ECUACIÓN: …. y si Quito a Ecuador, donde lo pongo?

Jueves, 15 de Enero. Jorge ha salido de Terapia Intensiva y ahora se recupera en el cuarto 502 del Quinto piso, en Neurocirugía. Su mejoría es notable. Ya come, habla con nosotros y recuerda poco a poco momentos antes del accidente. Las ayudas siguieron llegando. El haber salido en medios locales en Quito, como prensa y radio, fue de gran ayuda para nosotros. En Colombia, el cubrimiento de los medios fue muy importante igualmente. Conseguimos dinero para medicina, y lo más importante, los pasajes en avión para Jorge y su hermano a través de un enviado del consulado. La decisión de enviar correos pidiendo un S.O.S. fue vital. La cadena humana que se creó alrededor de nuestro problema fue aún más vital y poderosa. Avión para dos, para los demás, tocaba partir nuevamente por tierra. A través de la gobernación de Risaralda, fue posible conseguir pasajes Ipiales, Pereira. A todos ellos, un MUCHAS GRACIAS.

Tranquilos, hoy es sábado y son las 7:22 pm del 17 de enero. Estamos en Ipiales y el Bolivariano ya a prendido sus motores. Vamos pá la casa!

El viaje de regreso no fue para nada divertido. El pasar por el mismo sitio del accidente y el viajar de noche nuevamente, no fue fácil. Cada frenada fuerte, cada parada, cada brinco o sacudida era perpetuo. La noche fue eterna. Me siento agotado. Domingo al amanecer y la vista de Cali en mi ventana me dice, llegamos. Aún falta, pero algo medio familiar por fin. Me siento doblemente agotado.

Un amigo me dijo: -“Si hubiera pasado sus vacaciones en la playa, esas vacaciones se le olvidan algún día. Las que vivió de clínica en clínica, nunca”-

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CONTINUA PARTE II...