Las señoras, por otro lado, se vieron cautivadas por los trajes ceñidos de los cantantes costeños, que entre tambores, gritos, gaitas y platillos, demostraban de dónde nacieron sus voluptuosas facultades. Un grupo de elegantísimas damas, faldas largas, sombrillas de colores, zapatos altos y un maquillaje que no buscaba modestia, no habría causado mayor conmoción de no haber sido porque al acercarse hacia el público, uno a uno todos iban descubriendo que se trataban de hombres, habilidosos con los artículos de belleza femeninos, y sin sentir avergüenza por dejar su masculinidad por unas horas.
Pero en definitiva el factor común fue la sonrisa en el rostro, la buena energía, y mucho, pero mucho teatro. Cada participante de la comparsa le regalaba un poquito de sí a los espectadores, y con ello les recordaba porque Bogotá se perfila como ciudad teatro del mundo.
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1 comentario:
wllace, ¡excelente!, ojalá existiera mas gente como usted.
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