ChocóLATE - Parte II

Municipio: Nuquí. Viernes, sábado, domingo, otro día, muchos días, pocos días. Nueve días. Pueblo, playas, plantas eléctricas. De calles polvorientas y de 2 mototaxis. No hay carros. Ojala nunca llegaran. No hay edificios, si hay postes con cableado y no electricidad, pero sí mucha energía en sus rostros. Nada falta. El mar, la pesca, la cerveza, los cocos, el agua de coco y ¿va tomá limoná?


La pesca, principal actividad laboral en Nuquí es también el principal componente de la alimentación diaria de sus habitantes.

Hace tanto que no veía tantos chocoanos juntos, tanto que nunca y menos en su propia tierra. A eso iba. A eso fui. Ahora, al compartir mucho tiempo con ellos y al ver mas allá de lo que sus pieles oscuras ocultan, me traje el encanto de sus corazones, la sonrisa perfecta de dientes blancos y esculturales cuerpos y para que le duela a los más vanidosos: esculturales cuerpos sin ejercicio. Mi piel lentamente y sin darme cuenta adoptaba su color y textura, me decía que me quedara, me emanaba ese aroma de calma del pacífico. Los nuquiceños me reciben, me hablan, me miran. Tranquilos, no soy ese ser extraño que vino a ensuciar sus tierras. No soy más que un inquilino que vino de paso, pero cuánto anhelaría quedarme. ¿Aeropuerto? Se ríe una turista, "potrero de aterrizaje", me dice. Es hermoso. Las lanchas me esperan para llevarme a mi destino final. No ha pasado ni un día desde que usted empezó a leer estas líneas y ya quiero quedarme. Un poco de comida, fósforos, espaguetis, agua, vino y unas cuantas cervezas, ahh, claro, los encendedores nuquiceños que me amarraron (candelas desechables) con linterna azul. Luz azul que guió mis noches negras llenas de color. Mire hacia arriba en la noche oscura, está llena de color.



Niños nuquiceños se arriman a recibir al extraño. “Tranquilos, no soy extraño, solo vine a cerciorarme de lo que dicen por ahí, disque ustedes viven en un paraíso”

Sonrisas inocentes y libres de la contaminación citadina que todos padecemos a diario, aún perduran en apartados lugares de nuestro país.

El río Nuquí, es la vía de entrada o salida del municipio hacia el mar o a sus distintos corregimientos donde solo hay acceso por vía marítima. Ahh, sí, lo del fondo es el aguacero que se aproximaba.

y ahí, en medio de la selva, con el mar como su plaza central, a una hora en lancha volando sobre las aguas que arremeten contra nuestro barquito de esos que hacía con papel y el chorro del tanque en el patio de mi casa formaban las olas que apenas a los veinticuatro conocí... y ahí, en medio de la selva, con el mar como su plaza central y yo en el barquito de papel con sus dos motores de dos caballos de mar sin fuerza y tres delfines grises cada uno, está el nirvana apostado sobre sus playas: TERMALES. Ahhh, termales, cuánto lo pienso. No importó el aguacero que caía, el mar salado que salpicaba mi rostro, el yin roto y el roto en mis tenis. Mi mochila con cámara y hojitas de papel. Nada importó, solo el cielo fue testigo de mi arribo como si fuese tal conquistador, pero esta vez vengo a tratar de conquistar sus corazones. Billete mojado y sin devuelta, tranquilo. En la orilla, bailando sobre la arena, pequeñas olas me dicen “Ola”. Si viaja solo y quiere estarlo, lo estará. Yo nunca lo estuve. Su nombre cálido hace alarde a su gente, pequeños sedentarios libres de voz baja, pieles morenas y encantadoras sonrisas. Rostros que apenas los conozco y quizás jamás los vuelva a ver, se dejan atrás. Se guardan en la memoria y en la de mi cámara también. Casas de madera y hojas de palma. “Acá no no preocupamo, pa´ que gobierno si no viene por acá, no lo necesitamo. El mar tiene el pescao, el bosque tiene plátano, coco, papaya. No nos falta ná”


En medio de la selva, con el mar como su plaza central y a una hora en lancha partiendo desde Nuquí, se llega a un caserío lleno de magia y encanto. Su atracción: Aguas termales naturales que hacen alarde a su nombre.

Wilson Valencia, habitante de Termales colocándole una vela (plástico) a su pequeña barca. No volvió a pescar de noche, un pez aguja casi le quita la vida.


Algunas comunidades indígenas presentes en la zona, extraen de la tierra los alimentos para su nutrición, como complemento a los que le provee el mar.

“No somos pobres porque no nos falta la basura mental que a ustedes les sobra” Habitante de Termales, corregimiento de Nuquí, Chocó, pacífico, Pacífico Colombiano.

Atardeceres viendo al pato. Él, viendo pasar la vida.

Atardeceres viendo el pato, él viendo pasar la vida. Unos españoles que desconozco me hablan de fotos. Unos paisas turistas “comepollos” me dicen “pereira” –“que más pereira, como ve pues este paseo solo pereira, muestre pereira, venga pereira, tome pereira” Dos rolas me hablan, me brindan risas, me invitan a caminar. Camino con ellas. El australiano con su tabla busca las mejores olas, tres gringos, dos irlandesas. Ninguno como la gente de termales. Encantadores, afectuosos, familiares. Sus casas elevadas del suelo y sin electricidad contrastan con la que tiene planta eléctrica, en la entrada la antena de directv y el letrero citadino que nos tiene invadidos: “minutos a 300”. Los niños. Pablo de tres años, se ríe de su cara. Una y otra vez más. “tómeme una acá, otra allá, haciendo así o así” Pablo en treinta fotos. “Esa es mi piscina”- me señala el mar -“¿Así es su casa?” - me pregunta; me río, lloro, lo abrazo, me voy. Mi casa no es nada, la de ellos es todo. Ser citadino, ser contaminado, tóxico.


Pablo, de tres años. Se ríe de su cara. Creo que es la primera vez que se ve metido en una cámara.

Esa es mi piscina”- me señala el mar -“¿Así es su casa?” - me pregunta.

“tómeme una acá, otra allá, haciendo así o así”. Una y otra vez más.


Un viaje al pacífico, es un viaje pacífico. Nunca se está solo en la playa, mire hacia atrás, sus huellas siempre lo seguirán. De frente el mar, en la espalda, selva.

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CONTINUA PARTE III...

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Vacano Wallace, MUY vacano. Leerlo y verlo tambien. Un saludo, Pedro Moreno.